El neuroma de Morton es el engrosamiento del nervio interdigital del pie debido a la presión ejercida sobre éste al andar, realizar deporte, utilizar calzado apretado y con tacón.
Los nervios están recubiertos por una capa de mielina que los protege. Esta protección, como cualquier otra estructura, no es absoluta; los nervios también pueden verse sometidos a una inflamación crónica debido a una presión ejercida de manera constante o repetida sobre ellos, que genera un engrosamiento del nervio, especialmente del que se halla entre el tercer y el cuarto dedo.
Concretamente, los metatarsianos son los huesos que están
en la base de los dedos de los pies. Éstos están unidos
entre ellos mediante el ligamento metatarsiano, el cual
les permite movilizarse como una unidad estructural. Al
caminar, cuando el pie se despega del
suelo, todo el peso del cuerpo recae sobre la zona de
los metatarsianos (ramas de los nervios plantares que se
encargan de la sensibilidad de los dedos de los pies) de
manera que los nervios interdigitales quedan comprimidos
entre el suelo y el ligamento metatarsiano.
El neuroma de Morton es más común en mujeres que
llevan zapatos estrechos y con tacón porque, con dicho
calzado, la presión ejercida sobre la zona de los
nervios interdigitales es constante. En cambio, con
calzado plano y más ancho, la presión solamente se
ejerce en el momento del despegue del suelo al
caminar.
Los siguientes factores influyen en la aparición del neuroma de Morton:
La compresión constante sobre el nervio interdigital produce que éste se irrite y se produzca un engrosamiento que causa dolor al caminar. Aparece una sensación de hormigueo o ardor, junto con un endurecimiento de la zona plantar y una sensación de ocupación.
Inicialmente el dolor es puntual, cuando se está mucho tiempo de pie, se realiza alguna actividad física o se usa calzado estrecho y de tacón, pero el dolor desaparece con el reposo o el calzado más ergonómico. Sin embargo, con el paso del tiempo, la lesión se hace crónica y el dolor persiste independientemente del calzado o la actividad física.
El diagnóstico se basa en la explicación que hace el paciente del dolor, así como de la exploración física del mismo. Se puede reproducir el dolor mediante la compresión de la zona del pie afectada, en la zona interdigital, lo que se denomina el signo de Mulder. Posteriormente, el diagnóstico se confirma mediante una prueba de imagen, sea una ecografía o una resonancia magnética nuclear (RMN), que permite ver el neuroma y la afectación de las estructuras circundantes.
El tratamiento inicial es conservador y consiste en el uso de ortopedia adecuada que permita reducir la presión sobre el espacio interdigital por el que transcurren los nervios, como plantillas acolchadas o bien almohadillas metatarsianas que permitan un mejor apoyo. Asimismo, es importante utilizar un calzado adecuado, ancho y plano.
Además, durante las crisis de dolor, se puede aplicar hielo en la zona (sin que vaya directo a la piel) y reducir la actividad física de alto impacto sobre la zona.
Otra opción a nivel farmacológico es utilizar antiinflamatorios (no esteroideos o corticoides por vía oral), o bien realizar infiltraciones de corticoides o sustancias anestésicas en la lesión. Una fisioterapia adecuada hecha por un profesional puede ayudar a disminuir la tensión en la zona y reducir el dolor.
Si las medidas conservadoras no son suficientes se puede
realizar una intervención quirúrgica que buscará
eliminar el neuroma seccionando bien el ligamento
metatarsiano transversal junto con el nervio
interdigital afectado, o bien sólo el ligamento, con una
eficacia que oscila entre el 80% y el 90%. El
postoperatorio no suele ser complicado y los pacientes
lo toleran bien, aunque deben guardar reposo un tiempo
al no poder apoyar el pie intervenido.
Las medidas preventivas básicas pasan por evitar el calzado de tacón y estrecho , por lo menos con mucha asiduidad, y realizar una actividad física con moderación y equipamiento adecuado. En caso de que aparezca un dolor compatible con un neuroma de Morton es esencial ponerse en manos de un traumatólogo.
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Dr. David Cañadas Bustos
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