La psoriasis es una enfermedad de la piel frecuente en la que se forman zonas cutáneas de eritema cubiertas de escamas. Las zonas donde más frecuentemente aparecen son el cuero cabelludo, los codos, las rodillas y la parte baja de la espalda. Algunos casos son tan leves que pueden pasar inadvertidos. En otros casos, la psoriasis puede ser muy extensa, afectando a grandes áreas de la piel.
A pesar de que la psoriasis es una enfermedad básicamente cutánea, hasta una tercera parte de los pacientes que se ven afectados de esta enfermedad pueden padecer una afectación de diversas articulaciones en forma de artritis. Cuando esto sucede se dice que el paciente padece una artritis psoriásica.
Mientras que los pacientes con psoriasis presentan manifestaciones cutáneas en general ya durante la infancia o la adolescencia, la afectación articular asociada a esta enfermedad no suele aparecer hasta más adelante, entre los 20 y los 40 años. La afectación articular probablemente tiene un origen inmunológico.
Parecer ser que existe una predisposición genética familiar a padecer artritis psoriásica. Se ha visto que existe una asociación con un marcador, el HLA B27, en pacientes con artritis psoriásica con sacroileítis, sea ésta unilateral o bilateral.
La artritis psoriásica tiene diversas formas de manifestarse. En todos los casos la afectación cutánea precede en el tiempo a la artritis. Las formas de presentación son:
El diagnóstico debe sospecharse en todo paciente afectado de psoriasis que además presente alteraciones de características artríticas en las diferentes formas comentadas anteriormente.
En la analítica de sangre no se apreciará ningún cambio significativo salvo la elevación de los reactantes de fase aguda, como la velocidad de sedimentación globular (VSG) y la proteína C reactiva (PCR). En una cuarta parte de los pacientes que padecen artritis psoriásica en su forma de poliartritis simétrica se detecta factor reumatoide en sangre.
En las radiografías de las articulaciones afectas se observarán erosiones y una disminución del espacio articular. A diferencia de la artritis reumatoide, no habrá osteoporosis. Cuando se da una resorción de las articulaciones interfalángicas distales o proximales se crea una imagen radiológica característica que recibe el nombre de “lápiz-copa”.
El tratamiento de la artritis psoriásica se basará inicialmente en el control del dolor, mediante el uso de antiinflamatorios no esteroideos (AINE) o bien con corticoides a dosis bajas.
En caso de que la afectación articular sea severa se usarán fármacos moduladores de la enfermedad, especialmente el metotrexato. Los fármacos como la hidroxicloroquina, que podrían mejorar la afectación articular, no se utilizan en pacientes con artritis psoriásica porque su uso puede empeorar las lesiones cutáneas.
Si, pese a todo, la afectación progresa se usarán inmunosupresores, como por ejemplo el etanercept, el infliximab o el adalimumab.
No existen medidas preventivas para evitar la artritis psoriásica. Sin embargo, cabe recordar a los pacientes con psoriasis que es importante que estén atentos a la posible afectación articular para acudir cuanto antes a su especialista.
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Dr. David Cañadas Bustos
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