Es una enfermedad caracterizada por el depósito de cristales de urato monosódico en la cavidad articular preferentemente.
Es resultado de unos niveles elevados de ácido úrico (hiperuricemia) en la sangre, aunque no todos lo pacientes con hiperuricemia presentan gota. La probabilidad de sufrir gota aumenta a medida que aumentan los niveles de ácido úrico en sangre así como la presencia de otros factores.
El ácido úrico es el resultado del catabolismo de las purinas en el hombre. Los niveles de ácido úrico aumentan por dos mecanismos:
Aumento de la producción de ácido úrico. Por causas genéticas: defectos enzimáticos o causas adquiridas: dieta rica en purinas, obesidad, alcohol, quimioterapia y neoplasias.
Disminución de la eliminación renal de ácido úrico (es el mecanismo más frecuente: 90%). Por causas genéticas: Enfermedad renal poliquística, Síndrome de Down o causas adquiridas: Fármacos: diuréticos, ácido acetilsalicílico a dosis bajas, etambutol, ciclosoporina, ácido nicotínico; enfermedades endocrinas (hipotiroidismo, hiperparatiroidismo), deshidratación, ayuno perlongado o postquirúrgico.
Se considera hiperuricemia cuando los valores de ácido úrico son mayores de 7 mg/dl. Los niveles de ácido úrico antes de la pubertad son muy bajos. Tras la pubertad, los varones alcanzan niveles que se mantendrán durante toda la vida. En las mujeres, los niveles de ácido úrico se mantienen bajos hasta la menopausia, período en el que aumentan acercándose al nivel de los hombres. Es frecuente encontrar varios miembros de una misma familia afectos de hiperuricemia, seguramente por la existencia de factores genéticos.
Crisis de gota: es la manifestación más frecuente. Consiste en la presencia de inflamación aguda de una articulación (en la mitad de los casos se origina en el dedo gordo del pie, la clásica podagra) provocando dolor intenso, de inicio vespertino que aumenta con la movilidad, junto con un enrojecimiento de la zona con posterior descamación. En otras ocasiones, el dolor es menos intenso y de duración más prolongada. Tras iniciar el tratamiento o de forma espontánea, la crisis cede totalmente y el paciente queda asintomático.
Estas crisis pueden volverse a repetir en la misma articulación o en otras. El tratamiento farmacológico hace que los episodios sean menos frecuentes, menos intensos y de menor duración. Las articulaciones que se afectan con más frecuencia, son, además de la base del dedo gordo del pie, el tobillo, la rodilla, la muñeca o alguna articulación de los dedos de las manos, así como el codo o el tendón de Aquiles. Ciertos factores desencadenantes pueden iniciar los ataques de gota como el abuso de alcohol, la ingesta alimentaria, traumatismos locales o tras intervenciones quirúrgicas.
Gota tofácea: Los tofos son agregados de cristales de urato que aparecen tras una evolución larga de la enfermedad. Se localizan principalmente en los codos, manos, pies o en el pabellón auricular. Su presencia indica un tratamiento tardío de la enfermedad o un tratamiento incorrecto de la misma.
La presencia de cristales de ácido urato monosódico en el líquido sinovial y en los tofos, obtenidos mediante aspiración con aguja intramuscular, es decisivo para el diagnóstico de gota.
Sin embargo, la presencia de ataques repetidos de gota en un mismo paciente, en la misma localización y con niveles de ácido úrico elevado, son diagnósticos de gota. En caso de localizaciones diferentes o pacientes con otras enfermedades de base, el diagnóstico diferencial se hará con otras enfermedades reumatológicas como la condrocalcinosis, las espondiloartropatías, la artritis psoriásica así como con enfermedades dermatológicas, principalmente con la celulitis.
La radiología tiene un papel escaso en el diagnóstico ya que los cristales de urato son transparentes a los rayos X. Sólo la aparición de tofos en las articulaciones produce lesión objetivable con la radiografía.
Se basa en el tratamiento del ataque agudo, la prevención de nuevos ataques de gota y en la disminución de la hiperuricemia.
La respuesta al tratamiento es más rápida cuanto antes se inicie el tratamiento. Consiste en el reposo de la articulación y la administración de AINES a las dosis máximas recomendadas para ir disminuyéndolos a las 48h hasta retirarlos. La indometacina es el AINE de elección. La colchicina ha sido muchos años el fármaco de elección, pero la aparición de diarreas como efecto secundario, lo ha relegado a un segundo plano, indicándolo en casos del uso desaconsejado de los AINES.
Se realiza con dosis bajas de colchicina diarias (o a días alternos si no se tolera bien) consiguiendo la desaparición total de los ataques de gota. No reduce los niveles de ácido úrico en sangre, por lo que se indicaría mientras se instauran los tratamientos encaminados a reducir al hiperuricemia, manteniendo al paciente asintomático. También se utilizan los AINES a dosis bajas si existe contraindicación para la colchicina.
Está indicado ante crisis de repetición (>2/año), en la gota tofácea y en la gota secundaria (a diuréticos, p.ej.). Siempre tras el episodio agudo resuelto y haciendo el paciente tratamiento preventivo inicialmente. Se recomienda asimismo la reducción del consumo de alcohol así como una dieta baja en calorías evitando el sobrepeso. Entre los fármacos utilizados se encuentra el alopurinol, que disminuye la formación de ácido úrico y los llamados fármacos uricosúricos que favorecen la eliminación renal de ácido úrico.
La hiperuricemia asintomática (niveles de ácido úrico >7 mg/dl sin crisis gotosas) no se trata, recomendado una dieta baja en purinas y evitar el alcohol.
Vísceras (hígado, riñón, sesos, riñones, lengua), anchoas, sardinas y truchas.
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Dra. Laura Cristel Ferrer
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