Los tumores del hueso son poco frecuentes. Son más frecuentes las metástasis óseas secundarias a tumores en otros órganos, principalmente de la mama y la próstata.
Los tumores óseos son más frecuentes en menores de 15 años y en personas de edad avanzada con una frecuencia algo mayor en varones.
La clasificación de los tumores óseos es compleja. De forma general, se dividen en tumores benignos y tumores malignos.
Los tumores benignos están constituidos por células de tejido normal, tienen un crecimiento lento y no invaden estructuras vecinas.
Los tumores malignos los forman células diferentes a las del tejido normal, crecen rápidamente, invaden estructuras vecinas y pueden reproducirse a distancia dando metástasis.
Entre los tumores óseos benignos destacan el osteoma, el condroma, el osteocondroma, el linfangioma y el hemangioma.
Los tumores malignos más frecuentes son el mieloma múltiple, el osteosarcoma y el sarcoma de Ewing.
La proliferación celular anómala y el metabolismo óseo aumentado se ha relacionado con mayor frecuencia en niños en edad crecimiento con tumores óseos en fémur y tibia. La radiación previa también se considera causa de tumores óseos, así como la malignización de tumores previos benignos.
Los síntomas suelen ser muy inespecíficos. El dolor puede no ser muy intenso, incluso si el tumor es de crecimiento lento, puede faltar. Cuando existe dolor, éste es localizado y aparece típicamente por la noche.
En algunos casos se produce aumento de volumen por el crecimiento del tumor o deformación por la presencia de una fractura patológica (fractura secundaria sin traumatismo previo o ante un mínimo traumatismo) que en algunos casos es el primer síntoma.
Cuando aparecen síntomas como anorexia, pérdida de peso, astenia o fiebre, hay que pensar en la existencia de un tumor maligno.
En general, los diferentes tipos de tumores aparecen más frecuentemente en franjas de edad determinadas y en localizaciones también determinadas.
El diagnóstico de los tumores óseos se basa en la clínica, las pruebas de imagen y las características de las células.
La radiografía simple es la primera prueba a solicitar. Muestra la localización, los límites, la forma y la densidad del tumor. Un tumor benigno se muestra bien delimitado con una estructura ósea normal. Un tumor maligno invade y destruye el hueso en el que se ha producido, faltan los contornos normales, no tiene unos límites claros e invade el tejido circundante. Puede ser osteoformador (formador de hueso), dando imágenes radiológicas características como "en sol naciente", en "capas de cebolla" o de "borde peludo" y osteolítico (destructor de hueso).
La RMN es la prueba más exacta para determinar la extensión del tumor óseo. Permite definir con precisión los bordes del tumor y su extensión. Es de elección cuando se sospecha el compromiso de partes blandas adyacentes.
La tomografía computarizada es útil para la evaluación preoperatoria de los tumores, aportando información sobre el tamaño de la masa tumoral, su localización y relación con la musculatura adyacente.
La biopsia del tumor se realiza con aguja fina (PAAF) o biopsia abierta, según las características del tumor.
En el caso de metástasis óseas, el estudio del paciente se dirige a la búsqueda del tumor primario.
La cirugía es el tratamiento de elección en la mayor parte de los tumores, ya sean benignos o malignos. Algunos tumores benignos que no se operan, requerirán posteriormente controles de imagen regulares para seguir su evolución.
En los tumores malignos, el tratamiento se individualiza en función de las características del tumor y su extensión. La cirugía es el tratamiento de elección que se acompaña o no de quimioterapia antes o después de la misma.
La radioterapia se usa en caso de compromiso medular por la existencia de metástasis, posteriormente a la cirugía o como tratamiento paliativo en metástasis óseas no tributarias de cirugía con la finalidad de mejorar el dolor.
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Dra. Laura Cristel Ferrer
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